BLOG DEDICADO A LA SEMANA SANTA DE TENERIFE

RECUERDOS Y REFLEXIONES DE LA SEMANA SANTA REALEJERA

Extracto del Pregón de 2006 de la Semana Santa en Los Realejos, dicho por José González Luis, canónigo de la SAnta iglesia Catedral de La Laguna.


La Villa histórica de Los Realelos se dispone un año más a expresar su devoción popular en los cultos, oficios procesiones de la Semana Santa. Todas las parroquias del municipio se preparan a celebrar con solemnidad la culminación litúrgica en la Semana Mayor, particularmente en el Tríduo Sacro. Pero son las parroquias matrices, la de Santiago Apóstol y la de La Concepción, del Realejo de Arriba y del Realejo de Abajo respectivamente, las cuales, casi desde su creación en el siglo XVI pusieron las bases y desarrollaron paulatinamente representaciones de la Pasión.

Nuestros antepasados nos dejaron este legado o herencia de fe que cada parroquia ha sabido mantener con celo guardar como su mejor tradición a través de las vicisitudes históricas, cambios sociales y culturales y las reformas litúrgicas.

Recuerdos de Semana Santa.

Lo que voy a escribir en primer lugar son recuerdos o re-flexiones que me vienen al hilo de estos mismos recuerdos. Seguramente mucho de lo que escriba será igual, común o muy parecido a lo que acontece en la mayoría de las Semanas Santas isleñas. Pues sabemos que entre nosotros la Semana Santa como expresión de creencias religiosas se configura desde el siglo XVI. Y fue fruto del mestizaje cultural producido a resultas de la conquista. Se mezclaron y difundieron costumbres de castellanos, portugueses, andaluces y de otros.

Este producto híbrido, este mestizaje fue evolucionando con los tiempos con los estilos artísticos. En todo ello, en estas memorias o recuerdos quizás alguien reconocerá, como ocurre en las familias, algún detalle típico, quizás singular de la Semana Santa realejera.

Pues hacemos memoria de la Semana Santa de los años 60 del siglo pasado e incluso de la década anterior, y principalmente en la parroquia de la Concepción del Realejo Bajo.

En nuestro tiempo las fiestas y máxime la Semana `Santa eran como el aíre que se respiraba, algo natural e ilusionante. La verdad es que los recuerdos se me agolpan en la memoria y uno no sabe por dónde empezar.

Todos os días de la Semana Santa salían pasos que recorrían las calles empinadas del pueblo. Nunca mejor dicho que el recoleto y silencioso casco del Realejo Bajo se transformaba en un templo, especialmente durante el triduo santo. Yo diría también, que las calles del pueblo se convertían en un claustro conventual. La Semana Santa, en efecto, tenía cierto aíre monacal, pues los conventos existentes en el pasado, aunque rea mucho tiempo atrás habían desaparecido, influyeron en el desarrollo de la religiosidad popular realejera.

Algunas imágenes del convento franciscano de anta Lucía y de los conventos agustinos de San Juan bautista o de Santa Mónica y San Andrés pasaron a formar parte del elenco de imágenes expuestas en las parroquias y salían en la Semana Santa, como el Señor del Huerto del Carmen que procesiona el Lunes Santo y así como también procedente del convento franciscano de Santa Lucía, el Nazareno de la parroquia de Santiago Apóstol, obra del imaginero sevillano Martín de Andujar que desfila el Viernes Santo en el Realejo de Arriba. Otras imágenes, infelizmente, resultado de los despojos de los conventos perecieron en el incendio de 1978, como la Dolorosa, bella imagen de José Luján Pérez. ¿Quién no la recuerda vestida de rojo-morado y manto azul durante toda la Semana Santa del Realejo Bajo? Ella, únicamente, el Viernes Santo y en el Entierro del Señor era sustituida por Ntra. Sra. de la Soledad, la única superviviente del incendio de 1978, imagen atribuida a José Rodríguez de la Oliva que se salvó milagrosamente gracias a que se estaba reparando en el taller de Don José Síverio.

Y permaneció la costumbre, creo, cuando ya habían abandonado los frailes sus monasterios bien a causa de la desamortización, bien por ruina o incendio de que los párrocos de las parroquias matrices invitaban a un "padrito" que así solía llamarse al sacerdote de órdenes religiosas que reforzaba y ayudaba en las múltiples tareas de la Semana Santa, particularmente en confesiones, procesiones y sermones.

Son dignas de mención y curiosas las costumbres sociales de la Semana Santa. Las chicas y señoras estrenaban traje y zapatos, y un buen terno los hombres. Y los muchachos más andariegos participábamos en varios desfiles procesionales, o aún más curiosos nos gustaba hacernos presentes en las procesiones del Realejo de Arriba cuando eran compatibles los horarios, lo que ocurría frecuentemente porque la banda de música acompañaba con sus marchas ambas procesiones.

Es más, incluso nos acercábamos a pueblos vecinos no sólo para visitar los monumentos, y rezar la estación al Santísimo Sacramento, sino para presenciar procesiones de cierto renombre. Los de la época recordamos "el estruendo" en la mañana del Miércoles Santo cuando se rasgaba el velo blanco de la Parroquia en la función en honor del Señor de la Cañita.En el momento en que el cantor del Evangelio de Lc 23,47-46 proclamaba "... la región quedó en tinieblas hasta medía tarde. El velo del templo se rasgó por medio. Jesús gritó muy fuerte: Padre, a tus manos encomiendo mí espíritu. Y dicho esto expiró". Justo en ese momento se provocaba un fuerte estruendo que retumbaba en todo el templo.

Del Viernes Santo pocos olvidan el Encuentro, procesión de gran relieve teatral y dramático y de gran aceptación popular. Por supuesto la concurrencia del público estaba asegurada en la mañana del viernes. Entonces los jóvenes tenían la oportunidad de mostrar sus destrezas cargando a paso muy ligero el trono deSan Juan.

La dieta alimentaría era sobria y austera por penitencia, quízás por escasez pero nunca faltaban las rebanadas o torríjas, ni los ñames, ni los rosquetes y buenas tartas y dulces caseros para todos los protagonistas y pequeños actores de la Semana Santa, recompensa y premio por la participación en los actos litúrgicos y desfiles procesionales. Todos eran importantes en la representación de aquella Semana Santa.
Cada parroquia se esmeraba en la presentación y vivencia de los actos litúrgicos particularmente los del triduo sacro. El Jueves Santo llevaba detrás los preparativos a fin de que todo estuviera a punto para el monumento: las flores, los símbolos de la cena del Señor, se cuidaba la luz, el canto, los ornamentos litúrgicos, todo. Mucho tiempo antes se sacaba brillo a las píezas de orfebrería, custodias, cálices, otros objetos sagrados, las cruces. ciriales, salvas y salvillas.

Las hermandades y cofradías, muy pocas todavía en aquel tiempo, encargadas de los pasos, respondían de la preparación, ornamentación del trono, y los vecinos del trayecto procesional, que era alternativo cada año en algunos casos, también estaban muy pendientes de adornar las ventanas y balcones con colgaduras.

Reflexiones en torno a la devoción popular.

En la década de los ochenta del siglo pasado asistíamos a la revitalización de las hermandades y cofradías. En la parroquia de Santíago Apóstol había funcionando desde muy antiguo la de la Veracruz o de la Misericordia.

Este nuevo despertar penitencial renovó la Semana Santa en los pueblos y parroquias en las que no había tanta tradición de cofradías de penitentes o de capuchinos. Otra novedad fue la incorporación de la mujer en las cofradías de penitentes.

La participación del pueblo es variada, activa pero con distinto grado de implicación. La gente mira, siente y acompaña las imágenes. Hay visión, sonido, olor, sentimiento. El cofrade y su familia se sienten religados a su imagen, a su trono. Se establece una positiva complicidad.

De las imágenes se puede sacar todo el mensaje de Jesús. Puede haber algún elemento negativo como la ostentación y opulencia, el querer sobresalir en adornos y lujo sobre otro paso perteneciente a tal o cual cofradía o hermandad. Hay que eliminar la porfía o rivalidad, pero a favor están los elementos positivos, ganan éstos últimos. Todo ello contribuye a que el pueblo creyente se acerque al misterio de Cristo de diversas maneras, normalmente en este caso desde el sentimiento. Somos inteligencia sentiente, decía el filósofo Zubiri. Se ha dicho que los pasos en nuestras calles con la huella artística que imprimió cada escultor o imaginero es un microevangelio una preciosa catequesis, amén de la relación que se establece entre cada actor o participante con su imagen y lo que ella le sugiere. Sentimiento y depurada técnica han demostrado los imagineros canarios en las obras esculpidas con sus gubias. Es justo que de nuevo mencionemos a algunos de ellos: a José Rodríguez de la Oliva, al gran-canario José Luján Pérez, a Fernando Estévez o a Ezequiel de León y a otros anónimos artesanos. Ellos son los autores de muchas de las imágenes que recorren nuestras calles, y que nos hacen tanto fíen espiritual.

En las procesiones hay mucha predicación y también en el canto sacro, y en los Vía Crucis y en cualquier manifestación religiosa.

Cada parroquia del municipio agrupada en torno a sus feligreses y a sus propias imágenes-símbolos conmemora la Semana Santa. También lo hacen las parroquias de más reciente creación. Aquí en el Tosca! en la parroquia de Ntra. Sra. de Guadalupe se celebra con toda solemnidad el Domingo de Ramos con procesión de palmos y olivos desde la capilla antigua hasta la Iglesia y se realiza un muy sentido y espiritual Viacrucis el Viernes Santo. También la parroquia de Ntra. Sra. del buen Viaje en Icod el Alto concita a su feligresía en el tradicional Víacrucís del Viernes portando la cruz desnuda, símbolo de la Resurrección. Todas las iglesias se esmeran en las celebraciones, todas viven y testimonian externamente su fe.

No obstante, siempre existe el riesgo de quedarse en la mera representación, en la cáscara o corteza, es necesario purificar y evangelizar, predicar el sentido de lo que se está festejando. Por otra parte, hoy la catequesis, la predicación, los mensajes y la cultura se expresan y son captados de manera muy icnográfica, es el lenguaje icónico de las nuevas tecnologías, dan son los nuevos iconos que dan sentido y significación en nuestro mundo.

Esto afecta también a la transmisión del Evangelio. La religiosidad popular nació antiguamente desde la adoración a Jesús y los santos: orar, ver, sentir y tocar. La peregrina Egeria, monja gallega, que peregrinó al final del siglo IV a los Santos Lugares nos describe en el diario de su visita cómo vivió con intensa emoción allí las liturgias de la Semana Santa. Todos los peregrinos, anotaba Egeria en su diario, deseaban ver y tocar los lugares santificados por presencia física del Jesús histórico, sobre todo el Gólgota y la tumba de Cristo.

Las representaciones surgieron frente a una liturgia que no se entendía, frente a una lengua que tampoco se entendía y había que completar aquella predicación muy Verbalista y conceptual. Por ello se desencadenó el movimiento religioso de manifestaciones participativas donde se visualizaban teatralmente y se saboreaban los hechos sagrados y no sólo se escuchaba sino que el fiel se implicaba activamente. Ello atrae a la gente y así expresa su sentimiento religioso. Los actos litúrgicos hay que unirlos con la manifestación religiosa.

José González Luís
Canónigo de, la Santa Iglesia Catedral de La Laguna