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MARTES SANTO EN GARACHICO

MARTES SANTO EN GARACHICO

En el primer tercio del siglo XVII comenzó a celebrarse en Gara¬chico la función y procesión de las Lágrimas de San Pedro, ambas estaban organizadas por la Hermandad de Clérigos y se celebraban el Martes Santo, fecha que se ha mantenido hasta hoy, aunque con al¬gunas variaciones relativamente recientes, como ocurrió en los años 1956 y 1959, en que la procesión tuvo lugar el Lunes Santo. A partir de estas fechas se retomó el Martes Santo para volver, a medias, a cumplir la tradición.
Y decimos «a medias» porque la tradición no se ha recuperado del todo. Desde hace una década este paso sale a la calle en la Procesión Magna del Santo Entierro, mientras que el Martes Santo todo se redu¬ce a la función y a una procesión claustral, pero no por las calles. Así se ha roto una costumbre de más de tres siglos.
Para comprender mejor los orígenes de estas imágenes y de su culto hemos de mencionar de nuevo a la Hermandad de Clérigos, que se creó en Garachico antes de 1644, pues ya en este año se le menciona en el Libro de la Junta de la Hermandad del Santísimo Cristo. Se le llamó Hermandad de Clérigos de San Pedro puesto que fue creada «con objeto de promover el culto de este Santo Apóstol y de hacerle particularmente la función de lágrimas en el Martes Santo, costeando el sermón, la iluminación y demás gastos».
Pone esto de manifiesto la numerosa clerecía que había entonces en Garachico, lo que no es de extrañar si se tiene en cuenta la existencia de tres iglesias principales (Santa Ana, San Pedro de Daute y Hospital de la Concepción), amén de cinco comunidades religiosas con sus templos respectivos (franciscanos, dominicos, monjas claras, agus¬tinos y concepcionistas). Y no podemos olvidar que la iglesia de Santa Ana, incluso en tiempos no tan lejanos a nosotros (1805), «estuvo ser¬vida por dos beneficiados de provisión real y por 21 eclesiásticos. (2 sacerdotes, 3 diáconos, un subdiácono, 5 clérigos de menores y ocho tonsurados) y por seis sirvientes legos, lo cual da una idea de su es¬plendor».
Es de suponer que la cofradía se hubiera creado antes del citado año de 1644. Y si hacemos esta aseveración es porque en 1771 se ad¬quirieron las imágenes titulares que hoy existen, para sustituir a las anteriores. Y no parece probable que en poco más de un siglo se hubieran deteriorado sobremanera las precedentes hasta tal punto de qué los clérigos se vieran obligados a hacer tal sustitución. De esas imágenes anteriores -si las hubo realmente- no tenemos la más ligera noticia. En las dependencias parroquiales no hemos podido ver imagen alguna que pudiera tener relación con éstas que estamos citando¬.
Sobre las actuales se han dado diversas versiones, sobre todo en cuanto a su origen. Para unos, son imágenes traídas del Nuevo Con¬tinente; otros opinan que se trata de obras salidas de la gubia de algún imaginero tinerfeño, incluso local. Al respecto opina M. de la Torre:

«Las sagradas imágenes del Señor Preso y San Pedro en el Paso de la Negación, fueron mejoradas con otras más delicadas esculturas, que son las que existen hoy, traídas de América; la de San Pedro, por el presbítero don Luís de Payba y la del Señor por don José Antonio de Silva, en el año 1771».

Miguel Tarquis no parece poner objeciones a que la imagen del Cristo hubiera podido venir de tierras americanas. Afirma que la ca¬beza de Jesús está bien tallada, que es correcto su modelado, que el rostro tiene expresividad y que se nota en él un profundo sentimiento religioso. Pero, al hablar de San Pedro, rechaza la opinión anterior y asegura que «es obra de Sebastián Fernández, escultor santacrucero del siglo XVIll».
Por supuesto que no hay contradicción entre las dos versiones. Pudieron ser esculpidas aquí las dos imágenes, viajar luego a América y regresar de nuevo. Pero ni parece probable él doble periplo ni vemos la mano de artífices locales en tales esculturas. No creemos que los nombres de Francisco Alonso de la Raya y Blas García Ravelo tengan nada que ver con ellas. Son bien diferentes de las obras conocidas de estos autores. Lo mismo diríamos de Martín de Andújar.
Para Pedro Tarquis, hombre que estudió con cierta profundidad la imaginería y todo el arte religioso de Garachico en distintas publi¬caciones, el San Pedro de las Lágrimas, como él lo llama, no tiene aspecto de pescador, de hombre curtido por el sol y la brisa marina; lo encuentra demasiado bello. Hace luego una comparación con el que Estévez talló para la Concepción de La Laguna «fornido y cabeza fuer¬te» y parece inclinar sus preferencias por éste, pero termina su comentario diciendo: «Sin embargo, el público tinerfeño aplaude a am¬bos».
Está claro que son obras del siglo XVII y, al margen de su situa¬ción originaria, en la que no parece haber coincidencias totales, hay que admitir que son imágenes de verdadera calidad. Su conservación, por otra parte, es excelente. Sus vestiduras son, asimismo, notables. Lástima que no dispongan de un trono más en consonancia con la imaginería. De todos modos, ya se sabe cuál es la nueva intención de la Iglesia, tendente a sacrificar el lujo de la Liturgia, lo que parece estar muy en contra de la presentación, en muchos lugares, de las distintas imágenes (las Vírgenes, sobre todo) que desfilan en la Sema¬na Santa.
Ha habido también confusiones a la hora de señalar cuál sería la iglesia que contó con estas imágenes desde que llegaron a Garachico. ¿Fueron siempre de Santa Ana? ¿Vinieron a la parroquia después de pertenecer a alguna comunidad religiosa, tal vez la franciscana? no¬sotros no podemos aclarar el doble interrogante. Pero queremos dejar plasmados aquí algunos detalles que convendría no desdeñar, para que los estudiosos y quienes estén más versados que nosotros en temas de Arte, pudieran dar el dictamen correspondiente.
Veamos:
Para unos, siempre fueron imágenes desde Santa Ana aunque, por distintas circunstancias., se hubieran guardado, durante todo el año, en otras dependencias ajenas al templo parroquial. Para otros, perte¬necieron a los frailes franciscanos de Nuestra Señora de los Ángeles, para lo que tienen en cuenta dos detalles que pueden ser altamente significativos. Mientras San Pedro se guardaba en una sala de la parroquia, el Señor ocupaba el nicho del centro en la capilla de la Vera Cruz, en San Francisco. Y el segundo detalle es que en la iglesia fran¬ciscana estuvo -y aún permanece la lápida correspondiente- el sepulcro de la familia Silva. Podrían ser simples coincidencias.
Y podría ser, también, que la Hermandad de Clérigos fuese creada para rendir homenaje al San Pedro y no al Cristo, en cuyo caso pudo recibir Sebastián Fernández el encargo de la imagen, en una época determinada, para suplir a otro que hubiera existido anteriormente, mientras que los Silva bien pudieron traer de América la hermosa imagen de Jesús.
Hay materia para investigar.
Pero cuanto aquí dejamos anotado ha de referirse, necesariamente, a la tarde del Martes, puesto que durante la mañana se celebraba otra procesión, hoy desaparecida, que se llamó «Despedimiento dé Cristo y su Madre». Hay, entre los ancianos de la localidad, quienes recuerdan vagamente la función del Cenáculo, en el Jueves Santo y que fue el último acto de aquella procesión exterior que tuvo en el pasado inusi¬tada brillantez en Garachico.
La procesión estaba integrada por los doce apóstoles, de pie, y una Piedad, paso que, como se sabe, está formado por una Dolorosa sedente, que lleva en los brazos ,el Cuerpo exánime dé su Hijo. Al hacer referencia a tal procesión, el Doctor Martínez de la Peña, después de lamentar el estado de abandono en que encontró al apos¬tolado en unas dependencias de San Francisco y, naturalmente, fuera de culto, escribe:

«Debo decir respecto a las imágenes del Señor y la Virgen que no he podido identificarlas con ninguna de las que hay en Garachico; posiblemente ya no exis¬tan».

Esto lo escribía el profesor icodense en 1961. Unos años antes exis¬tían tales imágenes, con las maderas carcomidas y rotas en varios pedazos. Un aficionado local, Francisco Díaz, retocó el rostro de la Virgen, que hoy está en dependencias parroquiales, después de man¬tenerse en un desván en San Francisco. Lo que ocurre es que está totalmente irreconocible a causa de tanto repinte. Del Cristo pudo aprovecharse la cabeza. El citado Francisco Díaz la cubrió de yeso para disimular sus muchos desperfectos y actualmente debe perma¬necer en su domicilio, donde tuvimos oportunidad de verla durante años, aparentando una simple imagen de escayola. Por lo menos no desapareció del todo.
Dos de los apóstoles se fueron a Guía de Isora en épocas relati¬vamente recientes. Allí cumplen su misión como Santos Varones. De los otros diez, sólo quedan sus cabezas, que hoy figuran en el baptis¬terio de Santa Ana, junto al busto del Cristo que, en otro tiempo, presidía el paso de la Cena y que fue sustituido por el actual, obra de Ezequiel de León.
Todas estas imágenes (catorce, en total) pertenecían a la Venerable Orden Tercera y se custodiaban en el convento de Nuestra Señora de los Ángeles desde antes de 1667. El día 10 de abril del citado año se firmó escritura pública entre los hermanos de la orden, ante Francisco Fernández, donde se afirma que las imágenes de los Apóstoles fueron sufragadas por ellos.
La procesión debió tener una brillantez indudable. Por lo menos, estaban muy orgullosos de ella los Hermanos de la V.O.T. a juzgar por estas palabras:

Por cuanto esta Hermandad celebra el Martes Santo por la mañana la Procesión del Despedimiento de la Madre de Dios con su Hijo Santísimo y los Apóstoles, la cual se ha hecho con mucho fervor de esta Hermandad, y para hacerla, la mayor parte de los Hermanos de dicha Hermandad dieron de limosna de sus propios cau¬dales los dichos doce apóstoles con la voluntad de do¬narlos a dicha hermandad y no hay de ello ninguna declaración hemos acordado se haga para que en todo tiempo conste.

No tenemos noticia de cuándo se extinguió la curiosa procesión, lo que debió coincidir con el deterioro de la Virgen y el Cristo que formaban el paso de la Piedad, porque los apóstoles siguieron utilizándose, in¬cluso en el presente siglo, aunque no en la procesión de referencia, como es lógico suponer, sino alineados en el monumento del Jueves Santo, que es como los recuerdan los más ancianos de la localidad.
Aunque no se conoce el autor del Cristo y la Virgen, parece no haber duda de que el apostolado es obra de Francisco Alonso de la Raya, con quien colaboraría su condiscípulo BIas García Ravelo, y proba¬blemente, otros escultores de menor entidad, todos bajo la supervisión del mejor alumno de Andújar. Y aunque no quedan datos escritos que acrediten, de modo fehaciente, determinadas autorías, quien conozca el Señor Predicador de Garachico (obra de Francisco Alonso) y lo compare con el apostolado que venimos comentando encontrará, no sólo similitudes, sino incluso detalles casi idénticos.
Para no ser menos que otras procesiones y otras imágenes de la Semana Santa de Garachico, también en esta procesión ha habido opiniones muy diferentes a las que dejamos expuestas. Habíamos ha¬blado del paso de la Piedad porque así nos había llegado por transmi¬sión oral y porque la procedencia de las opiniones nos parecían de entero crédito. Sin embargo, queremos dejar también expuesta la de Miguel Tarquis, para quien hubo un Cristo y una Dolorosa diferentes a los que nosotros hemos indicado.

«Salían el Martes Santo las imágenes del Crucifi¬cado y su Madre, que estrenaron basas de plata re¬pujada en el año 1786. Este Cristo, titulado de la Salud, que estaba colocado en el cuerpo alto del retablo ma¬yor (estamos hablando del convento franciscano), per¬tenecía a la Venerable Orden Tercera».

Del Cristo de la Salud nos ocuparemos en el capítulo que destina¬mos al Viernes Santo. Pero aquí queda, expuesta a la curiosidad del lector, la opinión no desdeñable de Miguel Tarquis.

CARLOS ACOSTA GARCÍA