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EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE DE LA VILLA DE LA OROTAVA, UNA OBRA DE EZEQUIEL DE LEÓN Y DOMÍNGUEZ.

EL CRISTO DE LA BUENA MUERTE DE LA VILLA DE LA OROTAVA, UNA OBRA DE EZEQUIEL DE LEÓN Y DOMÍNGUEZ.

"Yo reconozco que como imaginero estoy anclado allá por el siglo XVIII ó el XIX, pero yo, claro, me he consagrado a la imaginería y es lo que me gusta...”

Las páginas de la historia del arte en Canarias están escritas, en gran parte, sobre obras de carácter religioso, los impulsos sociales y culturales así lo motivaron. Con la llegada del siglo XIX y el fin del antiguo régimen, se produce un ambiente anticlerical que, unido a otros factores, motivaron que en las últimas décadas de mil ochocientos la realización de este tipo de obras decaiga. A ello debemos de sumarle el inicio de una serie de procesos de desamortización sobre los bienes monástico s, el cierre de sus templos y por ende el reparto o venta de sus bienes muebles. Estas circunstancias hicieron que estos enseres fueran reubicados en el resto de los templos abiertos. Hay que esperar hasta la centuria siguiente para que las nuevas corrientes de renovación religiosa y nueva organización de los cultos, propicien la nueva adquisición o la reforma de las imágenes ya existentes, adaptándolas a una nueva estética heredera de los postulados del romanticismo. Con este ambiente hay que esperar hasta después de la Guerra Civil, para ser testigos de una revitalización de este género escultórico a nivel nacional, en un florecer de la religiosidad, esta vez promovido por el nacional catolicismo establecido en España.
Las obras de temática religiosa realizadas en Canarias en este periodo responden a varias causas más o menos genéricas, como pueden ser: dotar de imágenes a las nuevas parroquias creadas a lo largo del siglo, la sustitución o renovación de obras por gustos particulares o desperfecto de las existentes, introducir nuevas devociones o la de reemplazar las perdidas, generalmente por causa del fuego. Esta última, es la que debemos tener en cuenta para comprender el encargo de la escultura de la que vamos a hablar.
Es en este contexto donde debemos entender la presencia de Ezequiel de León y Domínguez, en un lugar como la Villa de La Orotava donde la herencia de su último gran artista, Fernando Estévez del Sacramento, estaba muy presente de manos de la familia Perdigón, que recogen el testigo a la muerte de éste y mantienen vivos los recursos estéticos de manera epilogal, cubriendo la demanda existente. En este ambiente se inicia la formación del escultor que bebe de su entorno para adquirir sus primeras lecciones e influencias. Así pues, encontramos en su obra referencias a las esculturas de mayor calidad y devoción del entorno más inmediato.
En la noche del uno al dos de noviembre de 1986, se incendia la capilla del cementerio Municipal de La Orotava, como causa de la acumulación de velas en su interior. En el siniestro pereció todo lo contenido en su espacio y ocasionó graves desperfectos en la portada pétrea, que antaño perteneció al convento de monjas claras de la localidad. De este hecho se lamenta, el cuatro de noviembre, don Manuel Rodríguez Mesa, en los siguientes términos:
"Es una lástima que se haya perdido por una negligencia, por dejar centenares de velas encendidas en un espacio reducido. Algunas personas habían comprobado este fenómeno, pero nadie se responsabilizó hasta que la puerta de tea comenzó a arder"
Con estos hechos La Orotava, que ya estaba incluida en la nefasta lista de municipios afectados por el fuego, pierde, nuevamente, parte de su legado histórico- artístico. En este incendio pereció la antigua imagen del Cristo de la Buena Muerte que, desde los años ochenta del siglo XIX, guardaba el descanso eterno de los allí sepultados. Pieza de tamaño menor al natural, provenía del extinto convento de San José de Clarisas de este lugar. Obra ésta fechable en la segunda centuria del siglo XVII y reformada en 1930, por el escultor local Nicolás Perdigón Oramas (1853- 1939).
Su pérdida ocasionó la necesidad de restituir la imagen desaparecida, siendo la centenaria Cofradía de la Vera Cruz y Misericordia de la parroquia Matriz de La Orotava la que asume el encargo de suplir el vacío del crucificado desaparecido. De esta manera, la institución piadosa recordaba su antigua obligación de dar sepultura a los muertos y acompañarlos en su sepelio; y, por otro lado, la de patrocinador artístico como lo había hecho siglos atrás. Debemos de recordar el encargo que en 1585 hacen al escultor Ruiz Díaz, para la talla de su actual titular o la labor desarrollada por sus miembros, en dotar y renovar los enseres de la misma, creando a lo largo de los siglos una de las cofradías con mayor solera y patrimonio de la localidad. Así pues, los cofrades del siglo XX, acuden a su entorno inmediato evitando un encargo al exterior, donde existe una mayor oferta, repitiendo de esta manera, su propia historia. El compromiso para la realización de la obra se efectúa a finales de 1991 y su bendición se lleva acabo, en septiembre del siguiente año en la plaza del consistorio, desde donde partió la procesión hacia el cementerio.
La pieza de la que tratamos, muestra un correcto estudio anatómico, un modelado suave, con una contenida tensión interior, que se plasma en su mesurada torsión y giro de cabeza. Es en ella donde muestra un interesante estudio de los cabellos que, tendentes hacia la espalda, dejan ver un trabajo minucioso en los contornos del rostro. Concentra éste las huellas de los tormentos vividos, de los que quedan los ojos entreabiertos y la "Y" que dibuja su entrecejo. En cuanto al paño de pureza o perisonium, se plantea un nuevo estudio de los pliegues, en búsqueda de la diferencia en relación con otras de sus esculturas de similar temática; en este caso la tela se recoge en la entrepierna y deja caer la otra punta al Iado derecho, dejando vista parte de la cadera. El Cristo de la Buena Muerte, es un avance más en el catálogo de crucificados de nuestro escultor, un paso más, en su estudio por una mesura y equilibrio en los cuerpos inertes. Indagación que se inicia, en la que la profesora Guerra Cabrera ha denominado quinta etapa (1978 - 1986) en la producción del imaginero, y que alcanza su cenit en el Cristo de la Redención de la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Los Realejos (1985) y que se había iniciado, en la misma década, unos años antes.
En la realización del Crucificado vivo de la parroquia de San Bartolomé de Tejina (1981), inicia un camino de suavidad en el modelado que lo diferencia de otras piezas de etapas anteriores. Nuestro autor era un perfecto conocedor de la anatomía humana y estas nociones se plasman en sus obras. Ese mismo año, Ezequiel de León talla dos nuevas imágenes, la del crucificado de la Gallega en La Laguna, que muestra un Cristo muerto, tenso en su torso, con la anatomía muy dibujada, pero en cambio su rostro está dotado de una ligera serenidad, creando un extraño contraste en la obra, quizás queriendo plasmar el momento inmediato a la expiración. La parroquia de la Milagrosa del municipio sureño de Adeje posee el otro crucificado realizado por de León en ese año. El denominado Cristo de los Emigrantes, posee un estudio más mesurado de la anatomía, pero no carente de tensión; en esta obra intentaría buscar el efecto anteriormente citado, resultando una pieza de mayor esbeltez y elegancia que la anterior. Han de pasar dos años hasta que el artista reciba un nuevo encargo para la talla de un crucificado, en este caso, desde su villa natal. Su destino era la nueva parroquia de Ntra. Sra. del Carmen de Pinolere, para la que ya había hecho su titular unos años antes. En este cometido nuestro autor, plantea una obra equilibrada donde el rictus de la muerte se suaviza y muestra un cuerpo relajado. Este es el último paso antes de ser tallado el Cristo de la Redención marcando, con esta pieza, su definitivo prototipo de crucificado.
Heredera de estos trabajos, se nos muestra la pieza ahora comentada, el Cristo de la Buena Muerte, plasmando un gusto por la serenidad y equilibrio en la composición. Olvidando los cuerpos dibujados y remarcados, magníficos estudios anatómicos, como son ejemplo de ello los crucificados vivos realizados para la parroquia de San Francisco de Santa Cruz de la Palma (1968) y el denominado de La Agonía de la parroquia de Santa Rita de Casia del Puerto de la Cruz (1977). Atrás quedaron, también, las influencias más palpables de los clásicos de la escultura religiosa nacional, como Juan de Mesa y su huella en otro de sus cristos de los años sesenta, el crucificado vivo para la parroquia de San Luís Gonzaga de Taco.
Siguiendo este planteamiento, pensamos en la continuidad, en la búsqueda de un estilo propio, que mezcla las formas contempladas en su entorno, las escuelas locales, las formas indigenistas conocidas en la escuela Lujan Pérez durante el servicio militar, y la escuela Sevillana, estudiada durante su estancia en la capital hispalense, desde la segunda mitad de los años setenta. La profesora Juana Isabel Guerra, en su obra sobre el autor, plantea cinco etapas en su producción que van desde sus inicios hasta 1986, fecha del final de su trabajo sobre el escultor. Concebimos que a partir de esta fecha, se inicia una sexta y última etapa que parte del año mentado y concluye con su retirada por causas de salud en 2005; frente a otros autores, que plantean en este último periodo de su vida, dos etapas marcadas por la incorporación de discípulos y el traslado a escasos kilómetros de su taller, razones que no consideramos trascendentales, para transformar su estilo en estas décadas finales de su vida. Durante este tiempo, Ezequiel de León, consolida un estilo propio, que se inicia en el periodo anterior, al que se mantiene fiel y logra arraigado, creando una personalidad artística diferenciada en el panorama artístico canario y entre los imagineros a nivel nacional. En este periodo se incorporan al taller nuevas ayudas, los discípulos, su hijo Jesús de León Cruz y Cristo García Quintero, que aprovechan sus enseñanzas y dan permanencia a sus conocimientos en la actualidad. Además traslada su taller desde La Perdoma al barrio de La Luz. Espacio donde logra un lugar mayor para desarrollar su trabajo y recibir las constantes visitas al obrador. Como hecho destacable por su reconocimiento nacional, es la presencia de tres de sus obras (Cristo de la Redención de Los Realejos, La Piedad de la parroquia matriz de lcod de los Vinos y el Ecce Homo de la Cofradía de la Sangre de La Laguna) en la Exposición Nacional de Escultura Religiosa de Espartinas de 1999 (Sevilla), donde recibe una más que favorable crítica a su obra, como se reflejó en los diarios de la comunidad andaluza. Debemos destacar como obras finales de su producción cristolágica, las imágenes realizadas para la siniestrada parroquia de Ntra. Sra. de los Remedios de Buenavista del Norte, cristo de la Misericordia (2000) y el Cristo difunto de la parroquia de Ntra. Sra. de la Concepción de Los Realejos (2002) qué, dotados de una elegante curva en el movimiento de la figura, muestran una cierta tendencia hacia un sublin1ado manierismo.
Para finalizar, sirvan estas palabras, a escasos meses de su muerte, de homenaje reconocimiento, a la producción escultórica desarrollada por Ezequiel de León y Domínguez, (La Orotava, 1926 - 2008).

TEXTO: GERMÁN F. RODRÍGUEZ CABRERA. VILLA DE LOS REALEJOS, FEBRERO DE 2009. PUBLICADO EN HOJA ANEXA AL PROGRAMA DE LA SEMANA SANTA DE LA OROTAVA 2009.


Bibliografía:
M. A. Alloza Moreno, M. Rodríguez Mesa: "Misericordia de la Vera Cruz en el beneficio de Taoro, desde el siglo XVI". Santa Cruz de Tenerife, 1984.
Guerra Cabrera: "Ezequiel de León. Imaginero de destiempo" tesina inédita, Universidad de La Laguna, facultad de Bellas Artes, San Cristóbal de La Laguna, 1987.
"El imaginero Ezequiel de León y Domínguez". Programa de Semana Santa, La Orotava. 1999.
J. J. Rodríguez - Lewis: “Apuntes sobre la Semana Santa de Santa Cruz de la Palma". Santa Cruz de la Palma. 2005.
J .M. Reyes Cornejo: "Ezequiel de León y Domínguez. Imaginero a destiempo, escultor y restaurador titulado" en AAVV. "La Perdoma del siglo XX, Historias, personajes, evocaciones y fotografías". La Perdoma, La Orotava, 2006.
C. García Quintero: "Una ilusión, un objetivo, Ezequiel de León y Domínguez" en AA VV, "La Perdoma ayer y hoy. Historia, personajes, evocaciones y fotografías". La Perdoma, La Orotava, 2008.