
La prosperidad que tuvo el colegio fue recompensada por su transformación en estudio general con cátedras de Teología en 1612 y por la consideración como colegio dominico de pleno derecho, con lo que llegó a disponer de estudios de Sagrada Escritura y de Artes en 1663.
Al resultar la primitiva ermita demasiado exigua para las necesidades del convento, se realiza la construcción de la iglesia como tal. La capilla mayor se comienza a finales del siglo XVI y se finaliza hacia 1602, al mismo tiempo que la catedral de la Epístola. Al terminarla, presenta planta cruciforme lo que es peculiar si tenemos en cuenta que la nave lateral es posterior y se ejecuta de manera que se une a la antigua ermita de la Concepción.
En siglos posteriores se fueron produciendo distintas reformas, hasta llegar al estado actual. En una de ellas se sustituyó el antiguo solado por uno de baldosas hidráulicas.
La fachada nos muestra dos cuerpos bien definidos: el de la izquierda se corresponde con el acceso a la primitiva ermita de la Concepción; el siguiente, de mayor altura que el anterior, con la inclusión de una ventana de medio punto, se utiliza como acceso actual al templo. La torre campanario se ejecuta en el siglo XVIII.
Su exterior no es muy espectacular; sin embrago, aporta gran belleza la presencia de cantería roja, elemento de uso común en las construcciones tradicionales canarias.
La casa contigua a la Iglesia en su momento fue el convento dominico, que en 1832 se transformó en Seminario Diocesano. Las reformas que se hicieron en él modificaron completamente su interior, aunque mantiene la planta conventual. La huerta del convento conservaba, hasta no hace muchos años, un ejemplar de Drago (Dracanea draco) de gran porte y considerable edad.
Recientemente, parte de su antigua estructura se derribó para construir el edificio que alberga a la Agencia Tributaria. El resto de la construcción se ha proyectado como Museo de Antropología.
En el interior de la Iglesia de Santo Domingo, junto con la riqueza icnográfica existente, destacan los frescos pintados por Mariano de Cossío en 1948, que reflejan escenas de la historia del Santo Rosario, la batalla de Lepanto o los milagros de la Virgen de Candelaria con retratos de personajes conocidos.